septiembre 28, 2009

La sensibilidad de una ameba

¿Cómo alguien podía ser tan insensible a los sentimientos de los demás? ¿Tan ciego que era incapaz de ver las evidencias que todo el mundo podía advertir sin dificultades?
Era increíble que después de más de cinco años de amistad y un par de meses de informal pero intensa relación como pareja, fuera tan estúpido como para pedirme consejo a cerca de su vida amorosa con otra mujer. Una mujer a la que yo jamás he soportado por lo altiva que se mostraba con la mayoría de la gente y, sobre todo, por ser tan idiota como para dejar atrás al hombre al que decía querer simplemente por un buen puesto de trabajo en otra ciudad. Una auténtica idiota que no se merece tener a un hombre como él a sus pies.
¡Pero lo peor de todo es que él esperaba que le diese consejos para poder recuperarla! ¡Era el colmo del abuso de confianza!
En fin… es lo que suele pasar cuando la confianza es tanta que llega a dar asco.
Pero comenzaré por el principio para que podáis comprender mejor por qué me siento tan dolida con el idiota más adorable de todo el mundo.
Hace cinco años, por casualidades de la vida, conocí a la que con el tiempo se convertiría en una de mis mejores amigas, Marieta María de la Fuente Cisneros. Coincidimos en una pequeña exposición de rosas, pues a ambas nos apasionaba el tema de la botánica. Yo siempre he sido muy aficionada a sacar fotos a todo cuanto veo agradable para la vista y, debido a que estaba concentrada en buscar el mejor ángulo para captar toda la belleza de un hermoso rosal trepador,
no vi que Marieta se encontraba a mi derecha y tropecé con ella sin querer, provocando que se le derramase en la blusa la mitad del agua de la botellita de la que estaba bebiendo. Entre disculpas, fotos y rosales terminamos por congeniar maravillosamente y una hora más tarde ya estábamos tomando café en una terraza cercana.
Con el paso de las semanas, el café de los viernes por la tarde se convirtió en algo sagrado. Al principio, sólo hablábamos de nuestras plantas y jardines pero, con el tiempo, fuimos cogiendo confianza la una en la otra y comenzamos a contarnos nuestras vidas, obras y penurias (a falta de milagros). Me contó que tenía un hermano dos años mayor que ella, Oscar; que trabajaba como decoradora; que vivía sola desde hacía tres años, pero solo a dos calles de distancia de sus padres y a doscientos metros de su hermano… Nos hicimos muy amigas en muy poco tiempo y sin apenas darnos cuenta.
Unos cuantos meses después del pequeño incidente con los rosales y el agua, me invitó a una fiesta que daba un amigo suyo. Quería presentarme a sus amigos y a su famoso hermano. Y yo, incauta de mí, sin planes para la noche de ese sábado, decidí aceptar. Así que cuando nos presentamos en la fiesta, Marieta con un impresionante vestido azul que dejaba insinuar su perfecta figura y yo con un precioso vestido negro (demasiado fresco para esa noche) y unos taconazos que me hacían parecer diez centímetros más alta, fuimos recibidas por todos sus amigos; principalmente, por el sector masculino de sus amistades, entre los que no se encontraba, desgraciadamente, su hermano Oscar, ya que por trabajo había declinado la invitación.
Hechas todas las presentaciones necesarias y cuando ya hacía un buen rato que la fiesta había comenzado, llegó la presentación más importante de la noche para mí.
Marcelo Tomás Damián Urquijo De Beneditti.
El hombre con los ojos grises más hermosos que había visto nunca y, probablemente, con el nombre más largo que había escuchado en años. Fue amor a primera vista y no sólo porque él fuera increíblemente atractivo. Fueron su sonrisa encantadora, que parecía brillar incluso en medio de la tenue oscuridad que reinaba en aquel jardín; el timbre cálido, dulce y divertido de su voz; la manera en que nos miró, a Marieta como si la quisiera como a una hermana y a mí como si realmente le agradara incluso antes de conocerme. Él no parecía tan superficial como la mayoría de hombres que estaban esa noche en la fiesta.
Como ya he dicho, fue amor a primera vista. Pero, desgraciadamente, sólo lo fue para una de las partes implicadas. Y ya supondréis que parte era…
A lo largo de la noche descubrí muchas cosas interesantes y a tener en cuenta sobre Marcelo. Mi buena amiga, siempre tan propensa a saber lo que yo estaba pensando, me contó todo lo que necesitaba y deseaba saber de él sin necesidad de que yo se lo preguntase. Me contó que su familia era bastante adinerada, con una posición social elevada, pero que era un caos. Que sus amigos solían llamarle Marc (diminutivo odioso que yo jamás empleé). Que había estudiado derecho, como era tradición en su familia, y filología inglesa, porque era lo que siempre había querido estudiar; pero no ejercía profesión alguna, ya que se dedicaba a vivir de sus rentas. Y que tenía cierta afición a las mujeres…
Y esto último fue lo que menos me gustó de toda su explicación.
Después de esa noche, dos cosas sucedieron rápidamente: los amigos de Marieta me aceptaron con rapidez en su círculo y Marcelo me consideró su amiga del alma y me tomó bajo su protección. Protección que no entendí en un primer momento, pero que con el tiempo agradecí.
Yo no podía evitarlo, él me gustaba en prácticamente todos los sentidos. Era fiel a sus amigos, jamás mentía (simplemente porque no sabía), me hacía reír, se preocupaba por mí cuando me notaba cansada o preocupada por algo y sus regalos de navidad y cumpleaños eran los mejores. ¿Qué más podía pedir? Tal vez que yo también le gustase a él… Mas viendo como paseaba cada mes del brazo de una mujer diferente, casi agradecí que yo no fuera una de sus “elegidas”.
Lo cierto era que todas esas mujeres sabían que era algo temporal, él nunca les mentía diciéndoles que aquello duraría para siempre. Las que se engañaban eran ellas, siempre intentando ser la que se quedaba el premio gordo para luego presumir delante de sus amigas. Marcelo se divertía con ellas, no a costa de ellas; y las pobres incautas jugaban a ser princesas por un tiempo y trataban por todos los medios de mantenerle a su lado. Lo que no llegaron nunca a comprender fue que cuanto más se esforzaban ellas menos interés mostraba él; y Marcelo se aburría, las dejaba y buscaba compañía en otra parte.
Pero un día las cosas cambiaron, todavía no sé por qué.
A Marcelo siempre le había gustado hacerle regalos a sus amigos, y también a los que no lo eran tanto pero fingían serlo por interés. Pero a mí comenzó a hacérmelos cada vez con más frecuencia y de más valor del que podía aceptar sin sentirme culpable. Ya no me miraba igual y siempre estaba tratando de insinuar algo aunque nunca dejaba entrever el qué.
Hasta que un día me besó.
Y yo me sentí flotar a cinco… no, a diez centímetros del suelo; y escuché campanas tocando solo para mí. Creí que me iba a estallar el pecho de felicidad.
Pero cuando se apartó y le miré a los ojos comprendí que para él seguía sin ser lo mismo. Sólo era otro de sus caprichos, y hasta él mismo parecía extrañarse de que lo fuera. Así que, tras mirar sus grises ojos y comprobar que aquello no estaba bien por mucho que me doliera admitirlo, me alejé de él. Durante un tiempo no nos vimos demasiado, me pasaba la vida evitándole; a él y a las preguntas de Marieta.
Tonta de mí, un día cedí. Marcelo, con su inagotable don de la palabra, capaz de convencer a un santo de que pecar es bueno, me convenció de que no sería tan malo el intentarlo.
Y lo intentamos.
Pero como ya había previsto, yo sólo era pura curiosidad para él. Como el propio Marcelo me explicó un día, era incapaz de enamorarse de nadie porque ya quería a alguien, y que todas las demás eran un vago intento de olvidar a la única mujer que no podía tener debido a la distancia. Así que me dije a mí misma que yo no quería ser otro vago intento, no quería ser la pobre sustituta de alguien a quien él adoraba. Y, tras un tiempo de reflexión para ambos, y un par de meses de aventura amorosa, decidimos que con ser amigos bastaba.
Así que, después de años de amistad en los que la relación llegó a enfriarse bastante debido a circunstancias trágicas y desagradables, como fue la muerte accidental de Marieta, él decidió armarse de valor e ir a buscar la felicidad, cual héroe de novela romántica, junto a la mujer de la que siempre estuvo enamorado.
No sin antes pedirme consejo de lo que debía o no debía hacer.
¡A mí!
¡¿Es que este hombre tenía la sensibilidad de un botijo o qué?!
No me vale la excusa de que lo que pasó entre nosotros duró muy poco y que sucedió hace ya algunos años. Marcelo siempre supo que yo nunca dejé de quererle a mi manera. Aunque en ningún momento ninguno de los dos lo mencionásemos, ambos lo sabíamos. Así que no entiendo cómo un hombre educado, inteligente y con un sentido común mayor que el de la media puede ser tan poco delicado de pedirme ayuda sobre este tema.
Vale que seamos amigos, que en su momento (ahora ya no tanto) nos lo contásemos todo y nos apoyáramos el uno en el otro. Pero hay cosas que por decencia, educación y sentido común no le preguntas a una mujer que en el fondo de su corazón todavía sigue enamorada de ti. No le pides consejo de cómo reconquistar al amor de tu vida, no le preguntas qué regalo podrías hacerle, no le cuentas que, de repente, una mañana te despertaste y en lo único que podías pensar era en ella.
¡Y mucho menos le preguntas si el conjunto de ropa interior que estáis viendo será de su talla!

En resumen, que cuando crees haber encontrado al único hombre de la Tierra con un mínimo de sensibilidad, ese tipo de sensibilidad que al parecer sólo tenemos las mujeres, va y te demuestra que tiene la misma sensibilidad que una ameba.
O yo tengo muy mala suerte y me he topado con muchas amebas en mi vida o es que Dios se olvidó de bendecir al sexo masculino con la misma cantidad de sentimientos y sensibilidad que al sexo contrario…

15 Terroncitos de azúcar:

Ana dijo...

Me encanta el relato, está claro que el tipo está muy perdido sino hubiera visto lo que tenía delante y no lo hubiera dejado escapar, pero cada uno tiene sus sentimientos o a veces caprichos y no siempre son iaguales con la persona a las que se los dispensa.

Anónimo dijo...

Muy bueno tu relato Lady Dark, y desde luego, tanto el botijo como la ameba tienen mucho más sentimientos que él.
Pero bueno, pensemos en positivo, hay muchos que no son como ese individuo, ¡menos mal!
*Ade*

Lady_Dark dijo...

Muchas gracias a las tres por vuestras palabras. Me alegro de que les gustara mi pequeño relato. Si les sirve de consuelo, esta historia no es real, o al menos no toda.
Lo cierto es que en ocasiones una se queda esperando tanto tiempo a su pececito azul y deja pasar a todos creyendo que son amebas, que a veces confunde al pobre pececito con una vulgar ameba. Espero que esto no les pase nunca.

Virginia Prieto dijo...

este escrito es muy bueno!!!
me encanta el tema y como está planteada la historia

felicitaciones

Lady_Dark dijo...

Vir, me elegro de que le gustase, y mil gracias por su comentario. Trataré de que las próximas entregas sean así de entretenidas.

Un abrazo

Lady D.

Lujo dijo...

Hola Lady_Dark,
A ver a ver...... Es decir que esta historia no es del todo "falsa". Hummmmmmmmmm...La verdad que conocí hace un par de años a un chico de ese tipo por una amiga que me confesó algo parecido.
Lo de pedir opinión para comprar la ropa interior me parece de jusgado de guardia. Ejem,..., el nombre de la afortunada no tiene precio ¬¬
Interesante relato y sumamente divertido.
Un saludo
Pd: Miles de abrazotes y besotes para Dama_Blanca. Es una Crack!!

Lady_Dark dijo...

Hola Lujo. Muchas gracias por los cumplidos, intento que los relatos sean interesantes. La verdad es que he de confesar que más adelante, cuando les cuente algo más del señor Marcelo, espero que su opinión hacia él cambie.
Le daré a Dama sus saludos.

Abrazos

Lady D.

Mae dijo...

Me ha encantado el relato Lady D.

La mayoría de los chicos son amebas no hombres, pero ya encontraremos a ese pececito azul. Espero con impaciencia saber más sobre Marcelo ¿qué le pasará a esta ameba para dejar de serlo?

Lady_Dark dijo...

Querida Esperanza, me alegro de que te gustase mi pequeño relato. Lo cierto es que mi querido Marcelo, a día de hoy, todavía en ocasiones sigue pensando con su parte de ameba, pero ha mejorado mucho. Espero poder contaros algo más de él con el tiempo.

Mis saludos

Lady D.

LadyMarian dijo...

Me gustó muchísimo el relato. Y bueno, no será real, o al menos no completamente pero podría serlo. Todos conocemos egoístas así. En el fondo son muy poco felices.
Besos

Lady_Dark dijo...

Hola querida Mariam. Me alegro de que le gustase el relato. Como ya he dicho antes, tiene parte de verdad. Y vuelvo a repetir que tienen que darle tiempo a Marcerlo para conocerlo mejor; las cosas no son siempre lo que parecen...

Mis saludos

Lady D.

Fani dijo...

Hola Lady D.!!!

Hombres!!! Si es que no hay manera de espabilarlos... pero bueno, ¿que se les va a hacer? Ellos son asi... xD

Felicidades por el relato, esta genial... espero verte por aqui muy a menudo.

Biquiños!!! (Y para mi Valeria tambien que es un cielo ;))

Lady_Dark dijo...

Hola Fani. Siento el retraso en mi respuesta. Como se suele decir, no puedes vivir con ellos ni sin ellos, hay que quererlos así. Me alegro mucho de que le gustase mi pequeño relato, espero tener otro preparado pronto.
Le daré recuerdos a su Valeria en cuanto pueda hablar con ella (últimamente se deja ver poco).

Mis saludos

Lady D.

Jose Ramon Santana Vazquez dijo...

...traigo
sangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazon
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...


desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ


TE SIGO TU BLOG




CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesia ...


AFECTUOSAMENTE
EL SALON DE TE DE LA DAMA




jose
ramon...

Lady_Dark dijo...

Bienvenido Sr. Santana. Gracias por sus bonitas palabras y por pasarse por el salón de mi buena amiga Dama. Espero que lo aquí escrito le guste y que disfrute con las publicaciones venideras.

Mis saludos

Lady D.

Publicar un comentario

Los que más cotillean por el Salón

Conseguir este widget

Visitantes del blog